ENTREVISTA AL PROFESOR FERNANDO HERNÁNDEZ GUARCH

Hoy entrevistamos al profesor Fernando Hernández Guarch, inspector de Educación, doctor en Matemáticas y autor de numerosas publicaciones en revistas nacionales y extranjeras sobre Teoría de Autómatas, Números aleatorios, Didáctica de las Matemáticas y divulgación de temas educativos.

Su dilatada trayectoria profesional le ha permitido trasmitir buena parte de sus conocimientos a varias promociones de Maestros (Escuela de Formación del Profesorado de Las Palmas) y Licenciados (Colegio Universitario, Escuela Universitaria de Informática y Facultad de Ciencias del Mar, en Las Palmas), además de difundir los principios básicos de esta ciencia en algunos centros de secundaria de Gran Canaria y Fuerteventura.

 

Implicado desde el principio en la Sociedad Canaria de Profesores de Matemáticas Isaac Newton, hoy es conocido y reconocido en nuestras islas como una “autoridad permanente” de la Administración Educativa. Posee, indiscutiblemente, el récord absoluto de cargos de responsabilidad desempeñados en nuestra Consejería: Director General de Personal (en dos ocasiones), Director General de Promoción Educativa y Viceconsejero de Educación (en varias legislaturas), amén de otros encargos no menos comprometidos sobre la reforma o la calidad de nuestro sistema educativo.

 



Alto cargo desde 1988, ha trabajado estrechamente con buena parte de los Consejeros de Educación de Canarias: Enrique Fernández Caldas, Juan Manuel García Ramos, José Antonio García Déniz, José Mendoza/Marino Alduán, José Miguel Ruano, Isaac Godoy. Coméntenos los principales retos alcanzados en cada etapa y sus distintas formas de trabajar en equipo.

 

El día que tomé posesión por primera vez, en febrero de 1988, como Director General de Personal, tenía a los representantes sindicales (entre ellos a Gabriel Crespo de ANPE CANARIAS) “encerrados” en la Consejería de Educación en Santa Cruz de Tenerife. En tres horas acordamos el primer Pacto de Estabilidad para el profesorado interino e iniciamos muchas reuniones de negociaciones interminables que acababan siempre en alguna mejora para los profesores, o para los sindicatos, a cambio de un periodo de paz escolar. Rara vez “ganaba” algo más la Administración, pero hay que tener en cuenta que veníamos de un tiempo en que los profesores no habían sido oídos ni tenidos en cuenta para la construcción del sistema educativo. 

Con Juan Manuel García Ramos como Consejero se consiguió la homologación retributiva con los funcionarios de la Administración Autonómica, siendo el equipo de la Dirección General de Personal el encargado de negociar con la Consejería de Hacienda, por una parte, y con los sindicatos docentes, por otra. En Madrid no gustó nada el asunto y tuvimos muchas presiones y llamadas de teléfono (entre otros, del Sr. Pérez Rubalcaba) para que no siguiéramos adelante. La postura del STEC también estuvo a punto de hacer fracasar aquella ocasión que no se repetiría luego.

En 2001 conseguimos que una gran parte de la sociedad asumiera el Pacto por la Educación. Parecía que estábamos en el “buen camino”…

Con su currículo en la Administración Educativa, conoce como nadie los desafíos, los logros, las carencias y los fracasos de todos los proyectos legislativos de los últimos 25 años; repáselos para nosotros: LODE, LOGSE, LOPEGSE, LOCE, LOE...

A la negociación previa de la LODE con las comunidades autónomas no llegué, pero he estado en todas las demás. Su puesta en marcha siempre se ha hecho sin consenso entre los partidos llamados a gobernar en el Estado y eso ha sido un gran “handicap”. Desde Canarias íbamos con ideas constructivas y sabiendo que era el Ministerio de Educación quien tenía la competencia y la responsabilidad en el texto final. Tengo la sensación de haber sido escuchado con atención y de haber influido en cuestiones importantes.

Por otra parte, creo que hemos burocratizado mucho el sistema, que funcionaría mejor de una forma más descentralizada, asumiendo los centros más responsabilidades. Me refiero a contratación de profesores, aspectos de currículo y financiación, disciplina de alumnos y un sinfín de cosas más.

A punto de estrenar su jubilación, ¿le apetece hacer balance de su gestión en nuestra Consejería? Recuerde los avances logrados y los momentos más duros que ha vivido en su trayectoria como responsable de la educación en Canarias.

Siempre he tenido la sensación de estar en un equipo y con mucha gente trabajando conmigo. El Consejero y el Gobierno han sido quienes han marcado la política de la Consejería. Hemos vivido momentos de tensión educativa, de tensión sindical y de tensión social, con presupuestos que nos parecían insuficientes (¡quién los cogiera ahora!). Cada momento era distinto y si nos hubieran prometido hace veinticinco años los avances que hemos conseguido los hubiéramos firmado todos. Sin embargo, ahora nos parecen  insuficientes. Es la naturaleza humana...

Todavía recordamos la virulencia y la tremenda duración de algunos pulsos entre el profesorado y la Administración que, sin duda, condicionaron la acción del Gobierno; con la perspectiva del tiempo transcurrido, reflexione sobre los conflictos de la homologación retributiva del personal docente y los complementos universitarios.

De la homologación ya he dicho algo. Los complementos para los profesores universitarios eran el colofón lógico de la homologación. Tuve la sensación de que “discutir” con las universidades era imposible, ya que ambas tenían mucho más aval social que la Consejería. No estoy seguro de haber acertado con la fórmula que se acordó

Mientras en Canarias se pudo firmar en 2001 el Pacto por la Educación, en el Estado asistimos recientemente al fracaso del Pacto Social y Político por la Educación. ¿Podría destacar los aciertos e incumplimientos del Pacto de Canarias? ¿Cree que el actual Gobierno será capaz de conseguir otro Pacto en las actuales circunstancias?

En Canarias el Pacto resultó un ejercicio de buena voluntad. Por parte de la Consejería creo que llevamos a cabo todo lo que se firmó. Cada uno de los demás firmantes debe valorar si también cumplió. Fue un momento de esperanza en el progreso de una labor colectiva, educar, que se fue diluyendo con el tiempo.

En el Estado, ninguno de los actores principales ha tenido un interés real en llegar a un pacto. Si se conforman con el sistema actual es porque cambiarlo supone mucho dinero, pero nadie está contento.

Dénos su visión personal de la docencia: ¿faltan vocaciones? ¿nos quejamos sin motivo los profesores? ¿es un cuento el acoso escolar? ¿estamos bien pagados? ¿impartimos muchas horas de clase? ¿tenemos demasiados alumnos en el aula?

Siempre he creído que la vocación es un cuento. Lo que hace falta es tener profesionalidad. Todos podemos encontrar motivos para quejarnos pero no sé si ese es el camino para progresar. En nuestro país los profesores tienen condiciones de salario y trabajo homologables con la media europea. Quizás alguno no sabía donde se metía...

Los sindicatos: experiencias de antes y de ahora; cuéntenos algunas anécdotas de la Mesa Sectorial en sus dos períodos de Presidente. ¿Qué recuerda de aquellas relaciones entre una Administración “novata” y unos sindicatos inexpertos? ¿Era más fácil alcanzar acuerdos?

Los pactos suponen siempre un acto de “buena fe” por parte de los que negocian. Seguramente en un primer momento la había, pero se fue dejando a un lado y con el tiempo se hizo casi imposible llegar a acuerdos. Hay sindicatos docentes que han conseguido no firmar ningún acuerdo: son sindicatos de confrontación con los que resulta imposible acordar algo.

Usted ha dicho en la prensa: “La falta de unidad de acción entre la familia y la escuela resta eficacia al sistema educativo”. ¿No cree que la apuesta que hizo la LODE para implicar a las familias en la vida de los centros docentes ha tenido una pobre respuesta de los padres y madres? ¿No le parece esta falta de responsabilidad uno de los fallos más clamorosos y sintomáticos de nuestro sistema educativo?

Abrir los colegios e institutos a la participación fue obligado por nuestra historia reciente. Las familias se tienen que implicar con mucha más fuerza en la educación de sus hijos, pero los profesores tienen que aceptar de buen grado esa implicación. También los alumnos, cuando van ganando madurez, deben ser protagonistas de su propia historia y eso tampoco lo conseguimos. Tenemos que buscar que cada chico y cada chica tenga un “proyecto de vida” y que vea en la educación una forma de ayuda para conseguirlo. Mientras eso no sea así, dudo que mejoremos en resultados, convivencia, socialización…

Sabemos que una de sus debilidades es analizar los sistemas de evaluación de los sistemas educativos. ¿Tiene la impresión de que los medios nos saturan de resultados alarmantes cuya conclusión obligada es que la enseñanza pública es un desastre? ¿Sólo se salva la integración social en nuestros colegios e institutos?

Las noticias siempre buscan el contraste. Si son buenas, lo magnifican (selección de fútbol) y si son malas, crucifican a los actores. La educación en Canarias, que sin duda ha mejorado muchísimo en los últimos años, no ha conseguido nunca estar entre las mejores en las evaluaciones nacionales o internacionales y por eso tiene los titulares que tiene.

Hay que empezar a ver el lado bueno de las cosas o se hundirá nuestra autoestima y eso no nos ayudará. Debemos proponernos, y conseguir, objetivos alcanzables para no caer en la melancolía y la frustración.

El 70% de los alumnos de 14 y 15 años de Madrid no tiene los conocimientos mínimos en matemáticas”, titulaba la prensa hace unos días. ¿No resulta desconcertante, cuando el Informe PISA 2009, para alumnos de 15 años, coloca a Madrid entre las primeras autonomías del Estado en competencia matemática, en la media OCDE (496)?

Se trata de evaluaciones de distinta metodología y no son comparables. El nivel lo fija el entrevistador. Ni PISA, ni la evaluación de la Consejería de Educación de Madrid, ni ninguna otra valora todos los aspectos de un sistema educativo. Hay que leer lo que cada una se propone evaluar.

Pero hablemos de los problemas de Canarias, de nuestros resultados en el Informe PISA 2009 y del estudio encargado a la OCDE para el próximo mes de octubre.

Los resultados son malísimos. Hay algunas coartadas: por ejemplo, no estamos evaluando competencias básicas en la acción docente ordinaria y eso desconcierta a los alumnos cuando se enfrentan a ese tipo de ejercicios. A los alumnos ni les va ni les viene el resultado y pienso que los profesores no los incentivan lo suficiente para que contesten con interés en un examen de varias horas (y varios días). Pero, a pesar de ello, no se puede negar que salimos muy mal en “la foto”. Evidentemente tenemos que mejorar.

Parece que todos coincidimos en la importancia de unos presupuestos educativos “suficientes”, aunque no tanto en su volumen adecuado. ¿Qué tiene que decir de “los dineros” para Educación y el famoso PIB a lo largo del tiempo? ¿Se invierte ahora menos que hace unos años? ¿Existe la deuda histórica en Educación?

Empezando por el final, diré que durante años, hasta que se modificó el sistema de financiación autonómico, fuimos tributarios de una mala transferencia educativa, que se hizo a “coste equivalente” cuando el Estado gastaba una miseria en la educación de Canarias.

Dicho esto, no hay una relación directa (como quieren algunos) entre gasto educativo y resultados. Con el actual presupuesto de Canarias algunos países obtienen excelentes resultados y otros gastan más, aunque no parece que lo aprovechen demasiado. Hay que gastar bien. No todo debe ser para el capítulo I (sueldos). La Educación necesita otras inversiones y hay que establecer una “tensión” retributiva que anime a los profesores.

Desde ANPE demandamos al Ministerio que acometa una reestructuración del modelo educativo, potenciando las materias básicas en Primaria/Secundaria y extendiendo el Bachillerato a tres cursos. ¿Cuál es su opinión al respecto?

Podría estar de acuerdo con lo primero, pero no creo que haya que extender un año más el periodo escolar de nuestros jóvenes. Quizá podríamos tener un tercer curso de Bachillerato a costa del 4º de la ESO en uno de los itinerarios. Habría que madurarlo muy bien antes de cambiar nada.

Cuando entrevistamos al profesor Balbuena, también matemático, nos llamó poderosamente la atención la originalidad de sus obras de divulgación, su esfuerzo imaginativo por “enganchar” al alumnado en una ciencia que siempre ha gozado de bastante impopularidad. ¿Perseguía usted ese mismo objetivo con publicaciones como “La ruina de un jugador”, “La calculadora en el aula”, “Aspectos gramaticales de los números” o “Los primeros pasos en matemáticas (aritmética y geometría entre los antiguos canarios)”?

Los que usted cita son trabajos antiguos que, en su época, respondían a una metodología de la enseñanza que no ha prosperado. Si alguien quiere leerlos será para conocer lo que pudo ser y no fue...

¿Sus sorprendentes colaboraciones en los medios de comunicación con motivo de intrépidos viajes a culturas lejanas son la protesta permanente de un periodista vocacional o se siente como un explorador frustrado por nacer con siglos de retraso?

No son tan intrépidos, porque a los viajes hay que ir seguro. Viajar a países lejanos tiene la ventaja de ampliar nuestra visión del mundo. Lo aconsejo vivamente. No hay ninguna otra intención, por supuesto.

En las hemerotecas hemos encontrado esta caricaturesca definición de su persona: “Un caballero alto, enteco, cuellilargo, estirado, con ojos de cubito de hielo, alma de logaritmo y una vocación de mando entre ordenancista y napoleónica”. ¿Le parece acertado el retrato?

En absoluto. Mandar, he mandado poco, sinceramente. Y tener alma de logaritmo, suena bien pero no sé qué quería decir el autor de semejante expresión.

A modo de conclusión nos parece adecuada la siguiente frase, hallada en una de sus primeras obras, en colaboración con el profesor Andrés Arribí: “Nos damos por satisfechos si en algún momento este trabajo tiene alguna utilidad para algún profesional que se halle embarcado en la misma aventura que nosotros, esto es: La noble y hermosa tarea de aprender enseñando.

Muchas gracias, profesor, por su tiempo y, sobre todo, por su esfuerzo y su constante dedicación en defensa de la enseñanza pública de nuestra tierra.

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