ENTREVISTA AL PROFESOR LUIS BALBUENA CASTELLANO

Iniciamos esta serie de entrevistas con el profesor Luis Balbuena Castellano, matemático de prestigio y docente en todos los niveles de la educación pública, desde aquella lejana escuelita hasta las aulas universitarias. Ganador de numerosos premios en Didáctica de las Matemáticas, autor originalmente fecundo y fundador de Asociaciones de Profesores a ambos lados del Atlántico, es reconocido y admirado en nuestra tierra por haber sido el primer Consejero de Educación de Canarias.



Recordemos viejos tiempos, cuando ejerció la máxima responsabilidad en Educación. Los jóvenes desconocen el estado de la enseñanza en Canarias a finales de los años 70. ¿Abusó el Ministerio de nuestra buena fe con las transferencias?

 

 

En 1983 el sistema educativo estaba mal: era muy deficiente en muchas cosas, no solamente en puestos escolares, sino también en todas las cuestiones de personal. Me gustaría terminar con esa leyenda sobre las transferencias, porque tienen un axioma único: sólo se transfiere lo que existe, como luego se ha comprobado con las transferencias a los Cabildos desde el Gobierno Autónomo. Hay que recordar que, para paliar la dramática situación en Preescolar, conseguimos en los Presupuestos del Estado una partida especial de decenas de millones, que nos equiparó con la media nacional. Es verdad que tuvimos un Presidente muy sensible, que declaró la educación como una prioridad en su acción de Gobierno. A mí me tocó gestionar aquello y podemos decir, con satisfacción, que resolvimos el problema de la mala escolarización: cuando nos fuimos, ya ningún alcalde pedía colegios a los Reyes Magos.

 

Coméntenos la estructura de aquella primera Consejería de Educación, los “fabulosos” recursos humanos y materiales con que contaba.

Bien, supongo que el adjetivo va entre comillas porque, efectivamente, para gestionar más de 15.000 docentes y centenares de centros educativos, el Estado nos transfirió tan sólo una auxiliar administrativa y una pedagoga. El resto, profesores y maestros voluntarios que colaboraron con nosotros en aquellos años durísimos. Hicimos una distribución razonable de las Direcciones Generales y no debimos equivocarnos, porque se ha mantenido igual durante mucho tiempo. La Consejería de Educación empezó en una buhardilla en la Plaza de las Ranas de Santa Cruz y, poco a poco, fuimos creando una estructura, hasta ocupar varias plantas en la zona del Club Náutico. Fue muy duro, pero también muy ilusionante: todos nos pasábamos horas y horas en los despachos. Te puedo comentar que a veces me llevaron al jet-foil, a las 7’30 de la mañana, el expediente de un colegio preparado durante la noche, para tramitar su apertura en Hacienda, que estaba en Las Palmas. Nuestra Secretaria General Técnica decía que la Consejería era como la funeraria: llamabas a cualquier hora y siempre había alguien.

 

¿Cuáles fueron las prioridades de su política educativa?

Al principio, todo me parecía prioritario. Elaboré un programa de 67 puntos que pretendía organizar el sistema educativo y dar respuesta a sus problemas. Ya hemos nombrado las construcciones escolares. Además, toda la cuestión del profesorado, con la confección de sus plantillas y aquellas situaciones irregulares, con múltiples colectivos (profesores de hogar, maestros de taller, interinos, etc...). Por otro lado, firmes defensores de la innovación educativa, apoyamos y financiamos bastantes proyectos. Pero nuestra gran preocupación era la mala escolarización: en Las Palmas, por ejemplo, había 60.000 niños en colegios con turnos seguidos de mañana y tarde. Eran auténticas “aulas calientes”, con unos asientos que nunca se enfriaban: aquello no se podía consentir y digamos que ésa fue la primera prioridad. Enseguida elaboramos un mapa escolar, que nos permitió conocer y programar las necesidades.

 

Hablemos de los alumnos de antes y de ahora. Hoy se justifica el “pasotismo” de los jóvenes con estadísticas sobre familias desestructuradas y desarraigo social.

No se puede comparar las situaciones anteriores con las actuales: cada época tiene sus momentos y sus expectativas. Cuando yo estudié, el que acababa una carrera como Magisterio tenía trabajo seguro, pero la sociedad es distinta: ahora hay una tendencia equivocada hacia el hedonismo, a pasarlo bien. Yo creo que el esfuerzo es importante, igual que la dedicación, la solidaridad, el preocuparse por los demás. En mi opinión, la escuela debe ser una formadora integral de las personas, una llave para acceder al mundo del trabajo, pero no puede resolver los problemas de la sociedad.

 

¿No le parece que la apuesta por implicar a las familias en la vida escolar ha tenido una respuesta insuficiente, con la excusa del horario laboral?

Estoy totalmente de acuerdo. La LODE trató de poner en marcha los canales de participación de la sociedad en el sistema educativo, con una gran ilusión, pero 25 años después hay que reconocer que la implicación de los padres y madres es uno de sus déficits, aunque admiro el enorme esfuerzo que realizan las AMPAS. Quizá con una buena campaña televisiva, como las de los accidentes de tráfico o el tabaquismo...

 

Profesor, en aquella época apenas había oposiciones: estaban los famosos PNN, terminología heredada de la Universidad. ¿Cuáles eran sus reivindicaciones? Usted opositó en Madrid, en condiciones bastante adversas...

Efectivamente, yo fui uno de esos PNN que tuvieron un papel tan relevante en la educación; hoy las cosas han cambiado bastante. Nosotros reivindicábamos la creación de puestos de trabajo estables, porque éramos el 70% de la plantilla y ganábamos un 80% menos que los profesores numerarios. Era muy injusto. En realidad fuimos los primeros mileuristas. En cuanto al sistema de oposiciones, nunca ha sido bueno, pero todavía no hemos diseñado otro mejor que lo sustituya: se tendría que valorar más la didáctica que los meros conocimientos. En Finlandia, por ejemplo, el profesorado supera un exigente proceso formativo, donde demuestra su capacidad docente, sin oposiciones.

 

¿Qué me dice de aquellas primeras relaciones entre una Administración inexperta y unos sindicatos novatos? ¿Entonces era más fácil alcanzar acuerdos? ¿Sabe que en esta legislatura no se ha firmado ni uno solo con la Consejería?

Bueno, vamos a ver, desde luego hicimos esfuerzos notables por mantener un diálogo continuado y bastante constructivo con los sindicatos, incluso con los estudiantes. Siempre he pensado que el diálogo es la clave para resolver cualquier conflicto. Si no hay voluntad de diálogo, resulta imposible. Es verdad que todos éramos “primerizos”, pero ambas partes estábamos en el mismo barco y lo sabíamos. Recuerdo aquellas tablas reivindicativas interminables, sobre todo con los graves problemas de personal que tuvimos que resolver, pero nos veíamos con mucha frecuencia y creo que, entre todos, hicimos un buen trabajo.

 

Abordemos ya la incierta realidad de nuestra enseñanza pública. En ANPE CANARIAS somos optimistas, pero esta legislatura apenas nos ha dejado motivos. ¿Se atrevería de nuevo a dirigir la Consejería de Educación?

Creo que hay gente más capacitada que yo, aunque sí le diré al nuevo consejero que las dos claves, a mi juicio, son el diálogo sincero y el compromiso, porque a las mesas de negociación no se puede acudir con premisas inamovibles. El pacto que intentó el ministro Gabilondo se frustró por esa razón, tanto con los grupos políticos como en el Consejo Escolar del Estado.

 

Para nuestro sindicato ese fracaso ha sido un golpe muy duro. ¿Tendremos que prepararnos para otro “volantazo” legislativo en unos meses?

Pues, si no se remedia, es posible, aunque no lo deseo. El Consejo Escolar del Estado hace esfuerzos tremendos para aportar cordura y alcanzar el consenso social, pero todo depende de los partidos políticos. Ahora mismo, hay temas como el absentismo escolar o la preocupación por la Educación Infantil en los que ya existe unanimidad.

 

Profesor, ya han pasado más de veinte años desde que se publicó la LOGSE, con el nuevo sistema educativo; aparte de sus evidentes carencias financieras, ¿qué crítica podríamos hacerle? ¿Qué cambios introduciría usted?

Una ley educativa no puede ser rígida sino flexible, tiene que ser capaz de modificar con el tiempo aquellos aspectos que no funcionan, porque el sistema educativo es una cosa absolutamente viva: por ejemplo, hace diez años no se sabía hasta dónde iban a llegar las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Para mí, la LOGSE fue una gran ley educativa, pero, al no tener suficiente financiación, la atención a la diversidad no ha tenido el éxito que esperábamos. Cuando la Administración pone los medios, el profesorado es capaz de recuperar al alumnado más difícil, como ya se ha demostrado.

 

Vamos a hablar, si le parece, de la cultura del esfuerzo en la formación de nuestra juventud. Al principio nos habló de la pérdida de valores en la sociedad...

Aunque estamos en un momento bastante complicado, yo quiero ser optimista: creo que la sociedad va a salir de esta crisis y, como siempre, la clave estará en la educación, en la cultura. Así se lo reitero a los chavales que acuden estos días a unos talleres de la exposición de relojes de sol en La Cuesta: el futuro está en la formación. Pero no nos engañemos: sin esfuerzo no se adquiere ningún conocimiento. Cuando los canarios emigraban a América el siglo pasado se producía un auténtico desgarro familiar: hoy día se viaja a todo el mundo en cuestión de horas y por eso nuestra juventud debe superar su insularismo y formarse con mentalidad universal, con un horizonte más amplio.

 

Cambiemos de asunto. ¿Qué nos puede decir sobre la carrera docente? ¿Piensa que debe basarse en los méritos acumulados durante la trayectoria profesional?

De entrada, quiero aclarar que en su día me opuse al proyecto del ministro Maragall, que sólo contemplaba méritos administrativos, como la antigüedad y similares. Considero que, sin dejar de lado el desempeño de cargos directivos, el núcleo del baremo debe centrarse en méritos docentes, de formación e innovación, de evaluación de la actividad en el aula, que pueda alcanzar cualquier profesor para acelerar su carrera profesional.

 

Algunos piensan que los docentes debemos ser actores, showman, animadores...; otros, en su momento, apostaron por el profesor-cómplice, el  “coleguita” de los alumnos.  Cuéntenos su fórmula magistral.

Yo, en los primeros días de clase, les dejaba bien claro quién era Luis Balbuena persona y quién el profesor Luis Balbuena, al que había que respetar siempre, al margen del tratamiento. Al principio, algún alumno suele ponerte a prueba y, si sabes ganártelo, problema resuelto para el resto del curso. Una de mis grandes satisfacciones es que jamás expulsé a nadie de clase, siempre arreglábamos los problemas reflexionando juntos. A veces, sus propios compañeros le llamaban la atención al que molestaba. Lo realmente importante es que el profesor tenga autoridad moral ante sus alumnos, que demuestre cada día su vocación y su profesionalidad; en esto es imposible engañarles.

 

Cuenta con la admiración de compañeros, alumnos y lectores, mientras su obra nos habla de un docente revolucionario: “Cuentos del cero”, “Romance de la derivada con el arco tangente”, “El Quijote y las matemáticas”, etc... ¿Se utilizan hoy sus libros en los centros de enseñanza, profesor?

Bueno, algunos profesores utilizan “en vivo” mi Guía Matemática de La Laguna, y conozco algún examen de geometría celebrado en la Plaza de Santo Domingo de La Laguna. Para mí ha sido fundamental trasmitir que las matemáticas, a pesar de sus fórmulas y abstracciones, son perfectamente aplicables al entorno y viceversa; he procurado que mis alumnos se interesaran por la importancia de esta materia en su vida normal, que no se aburrieran y, sinceramente, creo haberles aportado alguna idea. Todavía presumo de las dos veces en que todos mis alumnos aprobaron un examen...

 

¿Qué proyectos tiene hoy entre manos Luis Balbuena?

Creo que sólo son importantes los proyectos que implican a un grupo de personas: prácticamente todos los premios que he recibido son el resultado de un labor conjunta. Actualmente, además de los talleres de relojes de sol que tantas satisfacciones me producen, está en imprenta una segunda edición, más manejable, de la Guía Matemática de La Laguna y me encuentro volcado en la coordinación de un curso on line de didáctica de las matemáticas, organizado desde Canarias y Andalucía para 400 docentes de Paraguay; mientras la Junta de Andalucía participa generosamente en el proyecto, el Gobierno de Canarias no lo ha considerado interesante, para desesperación de todos los docentes canarios que colaboran con nosotros.

 

Miembro del coro Carpe diem, cofundador de FUNCASOR y granjero aficionado en sus fines de semana: ¿se nos alvida algo, profesor?

No, no, la información es correcta, aunque algo exagerada. Es cierto que tuve una larga y enriquecedora experiencia en la agrupación coral que dirige magistralmente Luis Correa, tal vez impulsado por la educación musical que recibí sobre todo de mi padre, el maestro Balbuena. Respecto a la Fundación Canaria de Sordos, simplemente colaboré en la puesta en marcha de esta magnífica Asociación hace bastantes años y ahora soy su Vicepresidente. Mi amor por la agricultura lo heredé de mi abuelo materno, en Fontanales de Gran Canaria, donde pasé un infancia feliz, porque, según mi madre: “Este niño no se halla en Las Palmas”. No te puedes figurar la sicología que tienen algunas de mis gallinas...

 

Cada vez tenemos más compañeros que se jubilan con 60 años y ANPE CANARIAS no se olvida de ellos. ¿Se le ocurre alguna idea para aprovechar tanto cerebro “en edad de producir”?

Esta es una profesión que imprime carácter y, por lo tanto, todos seremos docentes mientras vivamos. Yo he tenido la suerte de seguir relacionado con la enseñanza, mediante las exposiciones que hacemos, algún compromiso, charlas que doy por los institutos, talleres, congresos, conferencias, etc.... Siempre he pensado que el Gobierno podría crear una especie de Academia para la Pedagogía, que aproveche la experiencia acumulada de profesores y maestros de reconocido prestigio, impida que su enorme labor caiga en el olvido y beneficie a las siguientes generaciones de docentes.

Tomamos nota, profesor. Gracias por su paciencia y hasta siempre.

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