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Detalles: Categoría: ANPENTREVISTA | Publicado: 05 Junio 2012 | Visto: 6537

 

Háblenos de su llegada a la antigua Delegación Provincial del Ministerio en Tenerife. ¿Todavía se denominaba oficialmente “Ministerio de Educación y Descanso”?

Llegué a la Dirección Territorial de Educación después de diez años de servicios como funcionario de la Universidad de La Laguna, concretamente en la gestión del alumnado de la Facultad de Medicina y de la Escuela Universitaria de Enfermería, además de algunos años en la empresa privada.

A primeros de septiembre del 86 tomé posesión en esta bendita casa, una vez concluidas las transferencias a Canarias, y la primera persona con que me encontré fue la querida y entrañable compañera María Luisa Ramírez, que me acogió con los brazos abiertos y me pidió que me incorporara sobre la marcha, porque estaban esperando mi llegada  “como agua de mayo”.

Coméntenos sus recuerdos más importantes y los principales acontecimientos que, según su criterio, han marcado la evolución de la Dirección Territorial de Educación de Santa Cruz de Tenerife.

El primer recuerdo que tengo es que la Dirección Territorial en aquel momento era un caos, ya que se había resuelto uno de los poquísimos  concursos de traslados para funcionarios no docentes, coincidiendo con la  adjudicación de destinos provisionales para el curso 1986/1987, a principios de  septiembre.

En el antiguo Negociado de EGB la gran mayoría del personal se había trasladado y los que quedaban no tenían mucha idea de la materia, por lo que me tuve que implicar a fondo y dedicar jornadas de doce horas para ponerme al día, por mis escasos conocimientos de la administración  educativa, que fui subsanando gracias a la colaboración de la citada María Luisa Ramírez, Carmina Pardillo y Miguel Cataño.

Su permanencia ininterrumpida durante más de veinte años en esta Dirección Territorial representa, sin duda, un caso muy excepcional. ¿Cuáles son las causas de esta fidelidad tan prolongada?

Mi continuidad en la Consejería durante más de veinticinco años viene  dada, en primer lugar, porque no me gusta “estar trasladando el nido como los gatos” y, por otro lado, porque el puesto de trabajo que desempeño me resulta muy grato y emocionante: el gran número de funciones y tareas que realizamos nos impiden caer en la monotonía diaria, aunque se repitan muchas de ellas al curso siguiente. Entre adjudicaciones de destinos provisionales, concursos de traslados, selección de cargos directivos, comisiones de servicios, oposiciones, nombramientos de sustitutos, trienios y demás, el tiempo se me pasa volando.

No obstante, los años van pesando lo suyo y puede que dentro de algunos me plantee la jubilación; habrá que esperar a los acontecimientos futuros, ya que, de viernes a viernes, nos llegan noticias preocupantes y aún tengo un hijo en la universidad que hay que sacar adelante.

Algunos administrativos destinados en Educación se trasladaron a otros departamentos del Gobierno a la menor oportunidad, huyendo de la enorme carga de trabajo y la “conflictividad” que genera el personal docente. ¿Por qué resiste usted al pie del cañón?

Nunca he pensado de esa manera y ahora me parece ya un poco tarde para cambiar de criterio. Esa “conflictividad” que usted cita suponía para mí un acicate, un reto permanente que me incitaba a resolver distintas cuestiones cada día.

En estos momentos podríamos decir que cada vez existe menos “conflictividad” a nivel técnico-administrativo, por el gran avance experimentado en la informatización de los procesos administrativos. La carga de trabajo manual se ha reducido muchísimo y, al mismo tiempo, ha disminuido la atención personalizada a los administrados, así como el volumen de los puestos de trabajo.

Su participación en los actos públicos de adjudicación de plazas vacantes al Cuerpo de Maestros ha representado su actividad más pública y conocida durante muchos años. ¿Nos cuenta su visión personal de aquellos “espectáculos” y algunas anécdotas de esa época?

Recuerdo con especial emoción aquellos actos masivos, siempre de cara al público, en los que nos reuníamos cientos de personas (docentes, no docentes y sindicalistas) con la finalidad de adjudicar un destino provisional al profesorado de la antigua  EGB, tanto a los funcionarios como a los interinos y sustitutos.

Para preparar esos nombramientos teníamos que estar trabajando duramente  desde varios meses antes, con un sistema totalmente manual y arcaico, basado en largas listas de plazas y participantes, que se confeccionaban en aquellas viejas máquinas de escribir de carro largo...

A pesar de todas las dificultades, cada curso salíamos adelante, gracias al eficaz y maravilloso equipo humano que conformaban Nieves de Paz, Chari Pita, Carmen Rosa Díaz. Sinceramente, aquél era un espectáculo emocionante, en riguroso directo, donde los sindicatos podían echar un pulso a la Administración: parece que estoy viendo de nuevo a Gabriel Crespo, a Carlos Bethencourt, a Emilio Martín, a Manolo Marrero y a tantos otros...

En algunas ocasiones nos daban las dos o las tres de la madrugada y teníamos que aplazar el acto de adjudicación de plazas para el día siguiente. ¡Qué tiempos aquellos!

¿Cómo vivió su departamento la informatización de los procedimientos administrativos? Algunos afirman que si no llega a ser por la profesionalidad y la entrega de aquellos empleados públicos todavía estaríamos dependiendo de aquellos obsoletos ficheros. ¿Es verdad?

En un principio, a la gente no le gustó demasiado y se mostró poco ilusionada, incluso algo reacia a su implantación. Recuerdo las reacciones de muchos compañeros funcionarios, que decían que para utilizar aquellos “enormes cacharros” (ordenadores) tenían que pagarles un complemento especial, ya que en su oposición no se exigía tener conocimientos de Informática. Otros llegaron a pedir... ¡un plus de peligrosidad!, porque aquellos “cacharros” eran radiactivos, y cosas así.

Hoy en día, todos queremos tener el último modelo de ordenador con los más sofisticados programas y las aplicaciones más avanzadas. ¡Cómo nos ha cambiado la revolución tecnológica...!

Resulta evidente que la informatización de los diferentes procedimientos administrativos ha sido espectacular en los últimos quince años: hemos pasado de la Prehistoria a la Edad Moderna en la gestión diaria, del papel y bolígrafo a la utilización permanente de la telemática, del expediente físico al electrónico, etc...

En ANPENTREVISTAS ya hemos publicado varias conversaciones con algunos de los responsables políticos más destacados de la Consejería en sus diferentes etapas. ¿Se atrevería a opinar brevemente sobre sus jefes inmediatos?

Siempre he respetado las jerarquías en la Administración y puedo afirmar que nunca he tenido problemas importantes con mis superiores. Por regla general, las relaciones laborales con mis jefes han sido bastante satisfactorias, con una buena comunicación, independientemente de su filiación política, tanto en la Dirección Territorial como en la Dirección General de Personal.

Quiero expresar que conservo un grato recuerdo de muchos de ellos, como D. Fernando Hernández, D. Marino Alduán o D. Jesús Torrent, de entre los altos cargos. Dentro de “mi” Territorial, todo mi cariño y respeto para Dª. María Jesús Serviá, D. Álvaro Dávila, D. Jorge Méndez, D. Fernando Pérez, D. José Trujillo y D. José Zenón Ruano, entre otros.

¿Tiene algo que decir sobre la configuración actual de la Consejería? ¿Cómo mejoraría la estructura administrativa y las funcionalidades de su Dirección Territorial?

La mejora continua en el desarrollo de la estructura administrativa y las diversas funcionalidades de la Consejería en el plano “no docente” creo que va por buen camino, aunque la optimización de la maquinaria lleva su tiempo.

En mi modesta opinión, debemos insistir más en la celebración de reuniones periódicas entre los diferentes grupos de trabajo existentes, para revisar, corregir y actualizar la gestión de todos los procedimientos de nuestra competencia, así como profundizar en su informatización.

¿Es cierto que siempre han tenido “un pique” con la Dirección Territorial de Las Palmas? Sabemos que en algunos momentos se hablaba en la Consejería de la “República Independiente Territorial de Tenerife”...

Es verdad que, en muchos momentos, sí que hemos notado entre las Direcciones Territoriales de Tenerife y de Las Palmas “una sana competencia”, pero siempre con nobleza y movidos por nuestro celo profesional. Esto no es ningún secreto: ya se sabe que “los canariones” se creen en uso de la razón, ¿no? A pesar de todo, las cosas nunca fueron a mayores y al final nos hemos acabado entendiendo, porque nuestra relación personal ha sido buena en líneas generales.

¿Qué tal sus relaciones cotidianas con los sindicatos docentes? ¿Llegó la sangre al río, se fumaron la pipa de la paz o todavía queda alguna deuda pendiente?

Hombre, a finales de los años 80, cuando el movimiento sindical alcanzó su máxima fuerza, nuestra relación con las organizaciones docentes pudo ser algo tirante, a veces, pero, con el paso de los años y la vuelta a la normalidad, hemos limado asperezas, sin duda.

Centrándome en mi humilde persona, creo que actualmente mantengo una buenísima relación personal con todos y cada uno de los representantes sindicales del profesorado. Pienso que no me equivoco si afirmo que hoy no queda rastro de ninguna reticencia ni, por descontado, deudas pendientes entre nosotros, al menos a nivel técnico.

Hace años abundaban las huelgas, las concentraciones y los encierros de los representantes sindicales en las dependencias de la Consejería. ¿Cómo soportaba esas situaciones tan tensas? ¿Realmente se resentía su actividad laboral?

Todavía recuerdo aquella época. A finales de los 80 y principios de los 90, las convocatorias de huelgas, las concentraciones y, sobre todo, los encierros de los líderes sindicales en las oficinas de la Consejería,  estaban en plena ebullición. Pero que nadie piense que quienes a menudo sufríamos sus consecuencias desde la Administración los criticábamos: al margen de las inevitables incomodidades que suponían para nuestro trabajo diario, considerábamos razonables sus actuaciones, dado el momento sociopolítico que vivíamos, con un prolongado período de reformas educativas.

Existe una leyenda urbana sobre la exagerada “falta de ignorancia” de muchos docentes en cuestiones administrativas. ¿La comparte o no? ¿Recuerda algunos ejemplos ilustrativos?

Es cierto. Existía esa leyenda sobre la supuesta “ignorancia” del profesorado en aquellas materias no docentes relacionadas con su puesto de trabajo, pero poco a poco este problema se ha ido diluyendo con el acceso a las nuevas tecnologías y la información que hoy se proporciona en la web  de la Consejería.

Recuerdo que al comienzo de la informatización de los procedimientos muchos docentes eran unos negados a las innovaciones pero, con el paso del tiempo, no han tenido más remedio que irse adaptando a los cambios en los procesos administrativos. También es verdad que, tanto en los nombramientos como en los concursos de traslados y oposiciones, se ha notado la ayuda que les prestan la Consejería y los propios sindicatos.

Los docentes se quejan del excesivo volumen de carga burocrática que en estos momentos sufren los centros educativos. ¿Qué tiene que decir en este tema un experto de la Administración?

Realmente es así, tienen bastante razón. Cada vez se les exige la realización de más tareas burocráticas, la cumplimentación de más informes y datos estadísticos. Sin ser un experto en la materia, pienso que este hecho repercute de forma negativa en el pleno desarrollo de su función docente y les aparta del principal objetivo: sus alumnos.

¿Qué opina de las “privilegiadas” condiciones laborales que se disfrutan en la enseñanza pública? ¿Sobran días de vacaciones y escasean las horas de clase con los alumnos?

No estoy de acuerdo con ese calificativo. Las condiciones laborales de los docentes son las que son, las que tienen que ser, dadas sus características profesionales y su estrecha relación con el alumnado. Tal vez parte de su jornada laboral no está bien aprovechada, creo yo: se podría utilizar mejor algunas horas para perfeccionamiento o planificación escolar, de manera que su esfuerzo redundara más directamente en beneficio del alumnado y de la calidad educativa.

Algunos líderes políticos han afirmado en los medios de comunicación que los sindicatos son restos del pasado, una especie de fósiles, que acabarán por desaparecer en poco tiempo. ¿Qué piensa usted, después de tantos años en estrecho contacto con ellos?

Están equivocados. Los sindicatos ejercen su función dentro de la sociedad y no tienen por qué desaparecer: constituyen el nexo de unión, el eslabón necesario entre la clase trabajadora y el empresariado o los gobiernos. En nuestro caso, operan como una especie de catalizador entre los empleados públicos y los distintos órganos de la Administración.

¿Le apetece hablar de sus vivencias como padre que tuvo a sus hjos matriculados en la enseñanza pública? Cite algunas virtudes y defectos del sistema, según su particular experiencia.

Efectivamente, como padre siempre he apostado por la enseñanza pública, aunque, por razones laborales, he tenido hijos en los dos sistemas. Hace más de treinta años la pública no tenía generalizada la Educación Infantil, no existía la acogida tempana, ni siquiera las actividades extraescolares, de manera que, si los padres trabajaban, había que buscar centros con Preescolar, comedor y transporte, por ejemplo.

Sin embargo, mi último hijo ha estado escolarizado desde el principio en la pública y tengo que decir a su favor que no encontré diferencias entre ambas modalidades. Es verdad que influye el tipo de colegio, la implicación del profesorado, de la familia y, como siempre en la vida, hay centros y “centros”, maestros y “maestros”, etc...

¿Qué opinión le merece la interminable serie de cambios legislativos que padecemos en materia educativa? ¿Podemos conocer su valoración como antiguo alumno y también como padre?

Mientras no haya un gran “Pacto por la Educación”, en el que se impliquen todos los partidos políticos y los diferentes agentes sociales que intervienen en el hecho educativo, tendremos que soportar que periódicamente cada Gobierno elabore nuevas leyes con su correspondiente normativa de desarrollo (decretos, órdenes, resoluciones...)

Está claro que desde el principio nos ha faltado esa visión de estabilidad legislativa “a largo plazo” y, por más vueltas que le demos a la calidad educativa, no saldremos adelante.

Mire usted, lo que no es de recibo es que un padre tenga tres hijos y cada uno de ellos se haya formado en un sistema educativo distinto, con lo que supone de sobrecoste en medios económicos, materiales y personales.

Dénos su visión de futuro sobre la Administración. ¿Se acabará tramitando todo por vía telemática y desaparecerá  la relación personal con los gestores administrativos?

Indudablemente se acabará imponiendo la administración electrónica, eso lo tengo muy claro, por la tremenda expansión de las tecnologías que estamos viviendo. Por supuesto, la inevitable consecuencia será que la ciudadanía acabará perdiendo las relaciones personales con los gestores administrativos y, al final, todos nos entenderemos a través de alguna web con administradores “virtuales”.

¿Le preocupa su todavía lejana jubilación? ¿Qué proyectos tiene para cuando ya no le dejen trabajar en la Dirección Territorial de Santa Cruz de Tenerife?

No me preocupa en absoluto mi “no tan lejana” jubilación: prácticamente me falta poco más de un par de años, o a lo mejor aguanto tres o cuatro años... No obstante,  todavía no me he planteado en qué invertiré mi tiempo libre cuando esté jubilado.

Para terminar, cuéntenos algunas diferencias entre los docentes que conoció durante sus primeros años de ejercicio profesional y los integrantes de las nuevas generaciones de maestros y profesores que acuden hoy a su despacho.

Sinceramente, creo que no tengo suficientes elementos de juicio como para establecer esas categorías que me plantea. Mejor lo dejamos ya...

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