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Detalles: Categoría: ANPENTREVISTA | Publicado: 05 Marzo 2012 | Creado: 29 Marzo 2013 | Visto: 6446

Hoy conversamos con Marino Alduán Guerra, actualmente Decano de la Facultad de Formación del Profesorado en la ULPGC.

El maestro Marino, mejor dicho, el compañero Marino, como a él le gusta ser llamado y así lo hemos conocido siempre en la enseñanza pública canaria, nos recibe una tarde de febrero con su sonrisa y simpatía proverbiales en su modesto despacho del Decanato.



Quien nos abre la puerta y nos invita tan amablemente a recordar su amplia trayectoria profesional, puede presumir, sin duda, de haber sido “cocinero antes que fraile”: maestro en sus inicios, sindicalista del STEC en los “tiempos heroicos”, Viceconsejero de Educación y, posteriormente, de Justicia en el Gobierno de Canarias durante diez años, profesor universitario, Decano de “Magisterio” ahora, .....

Pocos docentes han llegado a experimentar personalmente unas vivencias tan distintas y enriquecedoras como él; muy pocos pueden aportar, con conocimiento de causa, su visión sobre los diferentes campos de la enseñanza pública en nuestras islas.

Apoyados en su buena memoria, vamos a recorrer juntos algunas etapas de su historia personal y docente, difícilmente separables, porque Marino es de los que se implican a fondo en todas sus actuaciones, de los que “viven” intensamente el personaje que en cada caso le toca representar.

¿Maestro, por qué, Marino? ¿Tradición familiar, vocación temprana, accesibilidad de los estudios? Háblenos de los antecedentes profesionales en casa de los Alduán.

Agradezco, en primer lugar, a ANPE, la oportunidad de dialogar, sin taza del café delante pero a la hora del café, y recordar experiencias importantes, en la medida en que yo valoro enormemente el trabajo de los docentes.

En mi casa mi padre tenía la profesión y mi madre tenía la vocación. Mi padre terminó siendo catedrático de Francés en el Instituto de Guía y, precisamente anteayer, le hicieron hijo adoptivo de Guía; mi madre era una educadora nata, con una capacidad enorme de relaciones públicas, de relaciones humanas, de sensibilidad. Allí aprendimos, bien por profesión bien por vocación, cuatro hermanos de los cinco que la relación con los demás desde el servicio educativo era una oportunidad profesional impagable. Y por eso, cuatro hemos optado por la Educación, sobre cinco.

¿Qué tal la apasionante y libérrima vida universitaria? ¿Cultivó con dedicación “la amistad” de aquellas esforzadas fuerzas de orden público? Seguro que atesoraba un expediente intachable tanto en lo académico como en lo policial.

Pues, hice cosas que no imaginaba cuando estudiaba Bachillerato en Guía de Gran Canaria o cuando hice los estudios en el seminario de Tafira. La universidad, los dos primeros años, fue todo lo que yo no conocía. Fue el descubrimiento de la libertad de enseñanza, el descubrimiento de la lucha obrera contra el franquismo, la experiencia de la clandestinidad de los grupos minoritarios, de los comités de estudiantes antifranquistas. Usted imagínese a un muchacho de Guía que, en el año 66, llega a La Cartuja en Granada y se encuentra en plena efervescencia de la creación de lo que entonces eran las Comisiones Obreras: mueren asesinados varios trabajadores en Granada y este suceso coge en una facultad gestionada por los jesuitas, que me informan a favor de los obreros. Era para mí el mundo al revés, pero bendito mundo que me dio las claves para la apuesta por la transformación de la sociedad, que afortunadamente no he abandonado hasta este momento.

Por cierto, señor Decano, ¿nos podría valorar así, a bote pronto, el plan de estudios de aquella época? ¿Qué aspectos del mismo le gustaría recuperar ahora e integrarlos en nuestro flamante Espacio Europeo de Enseñanza Superior?

Dos, con lo cual tendríamos que ir, probablemente, a carreras de cinco años. Creo que hay que recuperar algunas de las especialidades que ahora mueren. Yo no concibo que desaparezcan las especialidades de Educación Especial, Lengua Extranjera o Música, que en el trabajo docente en Primaria han sido y son fundamentales. Ahora son sustituidas por menciones, pero se quedan a medio camino: ni son las antiguas especialidades, ni son una formación generalista. Yo recuperaría esas especialidades y, de mi plan del 71, lo que es la formación en contenidos básicos en expresión oral y escrita, en conocimiento del medio y en cálculo matemático, que eran elementos transversales para un buen maestro.

Suponemos que su “aterrizaje” en el mundo sindical fue consecuencia directa de su militancia antifranquista en los años setenta. ¿Por qué no nos refresca los orígenes y las primeras aventuras de aquellos pioneros del sindicalismo educativo en Canarias?

El sindicalismo que yo conocí entronca con el final del franquismo. El régimen necesitaba modernizarse o dar una apariencia de apertura: entonces, permitió que los maestros eligiéramos unos representantes para dialogar con la Delegación provincial del Ministerio y se aprovechó para elegir a Manolo Meneses, en la provincia de Las Palmas, y a Manolo Marrero (curiosamente dos “M”), en la provincia de Santa Cruz.

Aquello fue un primer embrión, generó una dinámica y en el año 77 o 78 se constituye el Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza del País Canario. Fue la primera denominación del movimiento de maestros y, lógicamente, yo, que además era una persona de izquierdas, en Madrid me hice nacionalista cuando comprobé que nos seguían colocando debajo de las Baleares, que ironizaban con que nosotros salíamos en taparrabos y los monos se columpiaban en la calle León y Castillo.

Me dije: la única manera de que nos respeten es que subrayemos lo de Canarias, sin enfrentarnos a nadie, pero sí defendiendo lo que somos. Y entonces, lógicamente, el sindicato que planteaba una educación pública claramente democrática, con contenidos canarios y con la defensa de los puestos de trabajo para los que vivimos y nacemos aquí, pues fue el STEC. Y, evidentemente, a él me afilié.

Su etapa de Viceconsejero de Educación durante seis años es, sin duda, la parte más conocida de su biografía y, probablemente, la que más alegrías y sinsabores le habrá producido. Ahora tiene una oportunidad para defenderse de algunas “acusaciones”.

Su equipo directivo generó un “agujero negro” en las cuentas de Educación”.

Yo creo que nosotros generamos una sorriba verde, es decir, una plantación verde, tantas como contratos. El agujero se produjo básicamente porque la Consejería de Educación casi hizo de oposición en su propio Gobierno. Es decir, Educación le proponía en el mes de junio unas contrataciones a la Consejería de Hacienda, que las maquillaba excesivamente, y la Consejería de Educación decía que con esa plantilla no se podía iniciar el curso en la ESO ni en los ciclos formativos: en seis años de nuestro gobierno se generan 3.500 plazas más...

Entonces teníamos dos opciones: o dimitíamos o contratábamos. El Presidente del Gobierno, don Manuel Hermoso, me dijo que no aceptaba mi dimisión, que estuvo presentada en dos ocasiones porque yo no soy tan irresponsable para saber que si la Consejería de Hacienda niega una contratación y el Viceconsejero ordena al Director General de Personal hacer la contratación, usted sabe cómo se llama eso, ¿verdad?

Bien, pues eso ocurrió en dos comienzos de curso, exactamente en el 96-97 y en el 97-98, y entonces las cuentas estaban absolutamente claras: 3.500 profesores multiplicados por cinco cursos salen exactamente esos 1.500 millones de pesetas.

Afortunadamente no hay agujero negro, hay una inversión educativa que los sectores más conservadores del Gobierno no querían hacer porque entendían que era excesivo.

El igualitarismo retributivo, el cuerpo único de enseñantes, el “café para todos”, en definitiva, matan la ilusión y desincentivan la labor docente”.

No es verdad, pero puede que mi posición de entonces sea injusta o no adaptada al momento actual. Estoy dispuesto a discutirlo, sin darle de razón de entrada, ¿eh?

Porque si es verdad que puede desincentivar, también puede facilitar el trabajo cooperativo y, curiosamente, es verdad que los hechos o, como se dice ahora, las evidencias empíricas demuestran que el número de participaciones en actividades de perfeccionamiento, implicaciones en las actividades de los centros, en cuanto a iniciativas de renovación pedagógica, equipos docentes, implicación del profesorado en la gestión de los centros era infinitamente mayor que en la época de jerarquización retributiva que supuestamente se hace para incentivar.

Mi experiencia es que ese modelo, que usted llama igualitarista, favoreció el trabajo en equipo, que las tareas colectivas no se dejaran todas al director porque era el que más cobraba; pero lo que sirvió para los años 90, igual en el año 2012 hay que replanteárselo. Entonces dio sus frutos y los niveles de implicación del profesorado en renovación, innovación y gestión eran muy superiores al momento actual, con un modelo mucho más jerarquizado.  Igual hago trampas, igual las circunstancias han cambiado, pero para aquel momento el modelo sirvió.

Hablemos de resultados escolares, indicadores de evaluación, PISA y demás informes. ¿No cree que sería mejor arrimar el hombro y analizar objetivamente las carencias o disfunciones de nuestro sistema educativo, en lugar de utilizar los datos estadísticos para atacar al adversario político? ¿Se declara partidario de un Pacto por la Educación en Canarias y también en el Estado?

¿Empezamos por el final? Absoluto defensor de un Pacto con el Estado, pero me hace usted la entrevista justo a la semana de que el nuevo Ministro de Educación nos explique porqué el PP no quiso firmarlo con el PSOE. Soy defensor de plantear un modelo educativo consensuado en el que el profesorado no se vea cada 3 ó 4 años teniendo que cambiar la programación, teniendo que cambiar las referencias y teniendo que cambiar los currículos. Pero yo creo que esa maldición nos volverá a caer en la actual legislatura...

Usted planteaba el tema de las estadísticas. A mí me parece que los indicadores de calidad lo que indican es justamente el fracaso del sistema social. El informe PISA nos habla del coeficiente sociocultural como un coeficiente que explica gran parte del fracaso escolar. De ese coeficiente sociocultural o sociofamiliar casi nadie habla porque hay que traducirlo en “perras”...

¿No tiene la impresión, Marino, de que las administraciones educativas se han dado cuenta tarde de la importancia de la Primaria? Es decir, en esta cuestión tan controvertida del famoso fracaso escolar, se ha insistido muchísimo en poner medidas, con más o menos éxito, sobre la Secundaria, cuando de unos años a esta parte se está hablando claramente de que es en Primaria donde se siembra y donde hay que enderezar la planta.

Totalmente de acuerdo. Me dijeron que era un derroche poner un máximo de veinte niños por clase en tres años. El desajuste escolar, que casi se ve irreversible en la secundaria, se genera en infantil y primaria y, por lo tanto, estoy de acuerdo con usted. Nosotros, en el tiempo que estuvimos en el Gobierno, generamos un programa de calidad educativa, que inicialmente parecía superfluo y consistía en cosas tan elementales como las que ahora se recuperan con todo el debate sobre las competencias básicas. Efectivamente, trabajamos sobre tres aspectos: unificar los niveles de lecto-escritura, los niveles de expresión oral y los niveles de desarrollo matemático. Eran y siguen siendo claves: si se consiguen esos parámetros en los primeros años de la primaria...

Parece que el nuevo equipo de Educación, a pesar de estas lamentables penurias presupuestarias, no ha entrado con mal pie en sus responsabilidades; al menos, los sindicatos le han concedido “la presunción de inocencia” que otros no disfrutaron. ¿Qué les pediría a los actuales dirigentes de la Consejería de Educación?

Pues, primero, que mantengan el discurso público de valoración de la educación y de respeto a los profesionales. A mí me parece que una cosa tan sencilla y tan obvia está calmando el clima escolar. No ayuda a nadie que una vez por semana la sociedad reciba un insulto o una descalificación del sistema por los propios gobernantes. Primera medida: tienen que mantener este tono de mesura y de valoración.

En segundo lugar, creo que está habiendo una política de comunicación razonable: no quieren ser los héroes del circo ni estar en la clandestinidad, con lo cual, tienen un discurso frecuente, sin atosigar, para que el tema educativo esté en el debate social.

Tercer tema: se quiere transmitir a la sociedad que la educación tiene que ser nuestra gran apuesta. Es verdad que este tercer discurso es el más complicado, cuando no hay con qué, pero bueno, si se explica también la sociedad lo va a entender. Creo que la Educación en Canarias ha funcionado cuando se logra conectar demanda social y gestión administrativa.

¿Podría compartir con nosotros alguna de las conclusiones que sacó de su paso por la Viceconsejería de Justicia del Gobierno de Canarias? ¿Las transferencias en esta materia fueron tan deficitarias y conflictivas como las de Educación? ¿Qué aspecto de la administración judicial le parece más necesitado de una profunda reforma para adecuarlo a este siglo?

Las transferencias en Justicia fueron más deficitarias que las de Educación. Lo que pasa es que en Educación eran 14.000 funcionarios docentes, 1.500 funcionarios no docentes, 600 centros..., y las necesidades se multiplicaban por mil. En Justicia las necesidades eran lacerantes, no había ni fax ni fotocopiadora, ni edificios.... En Las Palmas de Gran Canaria llevan nueve años construyendo un Palacio de Justicia que yo tuve el honor de sacar a concurso en 2003.

Yo creo que estamos en un modelo tripartito en el que con frecuencia se producen cortocircuitos entre los tres poderes: el poder estatal el poder autonómico y el poder judicial. En estas condiciones, la Justicia tiene a mi juicio dos grandes necesidades. Una es la agilidad: la mayor injusticia es no resolver los litigios pendientes que se eternizan. La segunda es que se logre plantear una sintonía entre la valoración y la trascendencia que la calle da a los temas con las soluciones judiciales, de tal manera que no se produzca la alarma social que ha generado situaciones como la condena al juez Garzón, en la que los denunciados pueden quedar absueltos y el investigador, con pruebas muy graves, sea condenado.

Centrémonos, para terminar, en su actual ocupación. ¿Cómo estamos de vocaciones docentes en la ULPGC? ¿Se ha resentido la matrícula ante el aumento de dificultades para ingresar en la función pública docente, con la reducción de plazas en las oposiciones y la práctica congelación de las listas de interinos en Infantil y Primaria?

Asómbrese usted, pero no. Al contrario, ha habido un crecimiento en torno al 40% de demanda. En nuestra facultad, por cada plaza de magisterio de primaria que se oferta hay tres solicitantes, y por cada plaza de infantil, cuatro solicitantes. Con lo cual, este incremento de la demanda trae como consecuencia sobre la famosa nota de corte que, en este momento, ya somos la cuarta facultad en nota de corte más alta, detrás de Enfermería, Medicina y Fisioterapia.

Estas carreras tienen, a pesar de los pesares, una expectativa de empleo superior: el observatorio de empleo de la universidad te da datos de los más altos en ocupación, porque son carreras polivalentes, donde las competencias que aquí se adquieren en cuanto a comunicación, capacidad de organización o metodología son habilidades que pueden ser aprovechadas por otros campos de trabajo.

¿Qué influencia están teniendo los nuevos planes de estudios en las antiguas enseñanzas de Magisterio? ¿Confía en las bondades que se nos anuncian sobre la mejor preparación pedagógica de quienes tomarán el relevo en las aulas de los colegios e institutos de nuestra tierra? ¿Vamos a tener docentes mejor preparados, Marino?

Ésta es una pregunta trampa. Vamos a ver: estoy obligado a decirle que sí, pero es que el cuarto plan de estudio que conozco, porque yo estudié uno, empecé a ser profesor en la universidad con otro, ahora imparto otro y cuando yo entré había durado sólo cuatro años el del 67, con lo cual, conozco cuatro planes. Yo creo que el nuevo plan va a mejorar en la capacidad de que el alumnado aprenda a aprender. Es decir, que sepa llegar a unas fuentes de información que le van a servir a lo largo de toda su vida profesional; va a tener más competencias para comunicarse en público, para elaborar documentos, para trabajar en equipo, para debatir.

Yo hubiese mantenido claramente el número de créditos que tenían las antiguas especialidades de Educación Especial, Lengua Extranjera, Música o Educación Física. Así de claro. No ha sido así, creo que estamos a medio camino y que nos hubiésemos tenido que ir a una carga de cinco años que en la estructura española no cabía.

Sinceramente, profesor Alduán, creemos que la sociedad canaria puede estar tranquila: las nuevas generaciones de maestros y maestras no podrían estar en mejores manos.

¡¡Muchas gracias por su generosidad, y hasta siempre, COMPAÑERO MARINO!!

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